Tocado y casi hundido

Ni que decir tiene que mi deseo era haber titulado esta entrada con un mensaje ganador. Titular que el éxito de la huelga de universidades ha hecho rectificar al Gobierno y que, además de derogar el RD 43/2015 (Decreto 3+2), ha decidido reunirse con los representantes sindicales universitarios, los representantes estudiantiles y con la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) para iniciar los trabajos de análisis, diagnóstico y solución (al fin y al cabo somos científicos) para una universidad pública que necesita mejorar. Titular que recogiera que se ha logrado el refrendo por parte de la clase política que, de una vez por todas, ha asumido como un reto de estado la estabilidad de la educación pública para conseguir con su desarrollo, el crecimiento de una sociedad más formada y democrática.

La jornada de ayer, sin embargo, me dejó una lectura muy diferente a la deseada. No soy ningún ingenuo y sé que la hoja de ruta de este ministerio, con Wert a la cabeza, está claramente definida (ya he escrito sobre eso en posts anteriores: «La universidad pública languidece» y «3 más 2 no son 5«). No esperaba una reacción por parte del Gobierno, que sin oposición política (ni las opciones políticas de antes ni las emergentes se mojaron en la defensa de la universidad pública en la jornada de huelga de ayer) y con mayoría absoluta, solo está preocupado por decidir las fechas de aprobación de los próximos decretos reformistas (el que flexibiliza las exigencias a las universidades privadas y el de modificación del sistema de acreditación del profesorado). Del Ministerio y de sus planes nada esperaba y por ello, nada me ha sorprendido.

Pero sí esperaba más de mis compañeros y compañeras, del PDI de la Universidad de Sevilla que en una jornada de huelga convocada por una nutrida representación de colectivos sindicales y estudiantiles, aunando las voces de toda la plantilla de la US, profesores y personal de administración y servicios, y la voz de los estudiantes, decidió que su apoyo a la huelga consistía en no acudir a su centro de trabajo, cerrado en la mayoría de los casos y con ausencia de alumnos y aprovechar la jornada para resolver asuntos propios de diversa índole.

Mi máximo respeto a aquellos compañeros y compañeras que, no estando de acuerdo con los motivos o con la necesidad/oportunidad de esta jornada de huelga, decidieron no sumarse a la misma. Imagino que en estos casos accedieron a sus puestos de trabajo, firmaron sus clases vacías de alumnos y trabajaron con normalidad en sus despachos durante toda la jornada, como si de un día cualquiera se tratase. Sin duda, la ciencia y la producción científica de la US habrá logrado un gran avance con la actividad investigadora (actividad docente no hubo) de estos compañeros y compañeras que ayer decidieron no secundar la huelga.

Concentración 24M

Pero me consta que otros muchos compañeros y compañeras apoyaron la huelga. No acudieron a sus puestos de trabajo mostrando, con ello, su apoyo y convencimiento de que existen motivos para reivindicar la defensa de la universidad pública por esta vía. Y hacer huelga, al menos para mí, significa participar en las acciones de protesta y mostrar nuestro rechazo y malestar con la reforma impuesta de forma activa, visible, comprometida y coherente con los principios que defendemos. Y eso hubiese significado si hubiéramos estado cientos de profesores y profesoras concentrados a las puertas del Rectorado en la mañana de ayer y miles de profesores manifestándose por la tarde en el recorrido que concluimos en la plaza de la Encarnación (las Setas). Y no los vi ni en una ni en otra acción. Ni tampoco vi a nuestro Rector, ni a nadie de su equipo, a pesar de su airado discurso en contra del Decreto 3+2. Sus motivos tendrán.

Espero que en próximas acciones y movilizaciones que nos veremos obligados a convocar para seguir defendiendo la universidad pública en la que creemos, no haya excusas ni motivos para no participar en la defensa de esta universidad pública que debilitan con cada reforma. Porque creo que a ninguno de estos compañeros y compañeras, huelguistas ausentes y acomodados, se les habrá ocurrido pensar que su puesto de trabajo no está en juego. Ninguno pensará que no peligra la calidad de la universidad pública a la que irán nuestros hijos e hijas. Nadie olvidará que el modelo de educación superior, como lo hemos concebido hasta hoy, que garantizaba la igualdad de oportunidades de todos, es un modelo que está tocado, que está siendo atacado y que si seguimos con nuestra actitud pasiva, conformista y poco comprometida, no tardará mucho en estar hundido.

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